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Las democracias latinoamericanas en tiempos de pandemia: Una reflexión sobre la sociedad, el populismo y las pasiones durante la crisis


Por tanto, la ciudad, si posee inteligencia, debe salir de maniobras
no menos de un día al mes, más bien más, como eventualmente le
parezca a los magistrados, sin cuidarse en absoluto ni de las tormentas
o de los calores, ellos junto con las mujeres y los niños, cuando los
magistrados determinen que salga todo el mundo [πανδημία],
mientras que en otras ocasiones deben hacerlo también por partes.
-- Platón, Leyes 829b



Democracia, pandemia y tiempo. Por un momento, nos remitimos al griego: el poder del (o a partir del) pueblo. La democracia es, entonces, un modo de organización política en la cual el poder -entiéndase, la capacidad de tomar decisiones en beneficio de todos- proviene del pueblo: de cada una de las personas, individuos o ciudadanos que forman parte de una comunidad, sociedad o nación. Desde su surgimiento oficial registrado en Occidente en la Grecia antigua de la democracia directa hasta la democracia representativa presente en muchos países ya no solo de Occidente tras surfear algunas olas, la democracia ha sufrido algunas modificaciones, pero se mantiene la esencia del concepto: el poder del (o a partir del) pueblo. 
Una etimología más. Pandemia: (la reunión de) todo un pueblo. Si bien en su origen el término alude simplemente a una reunión, tal cual lo muestra el epígrafe, en la actualidad se entiende por pandemia a una enfermedad que se extiende por todo el mundo y que afecta a toda la población en su conjunto. El significado del término ha evolucionado, pero aún recoge lo esencial: la pandemia reúne a todo un pueblo, aunque en la enfermedad o en la posibilidad de su contagio.

Ahora volvamos al hoy para hablar de los tiempos actuales. Desde hace una considerable cantidad de días ya, el mundo vive una pandemia. Una más dentro de la lista de pandemias que ha registrado la historia humana, e incluso no la primera que algunos de la actual generación de seres vivos han conocido o experimentado en sus vidas. Sin embargo, quizás sea esta la primera pandemia que todos los seres humanos actualmente vivos estamos experimentando de manera totalmente distinta a las más recientes, principalmente a causa de las medidas que en su mayoría diversos países han adoptado para evitar la propagación de esta. Sí, nos referimos al estado de excepción generalizado y a las medidas de aislamiento social obligatorio.
El aislamiento nos ha sacado de nuestra cotidianidad habitual. Y en algunos casos, nos ha dado tiempo para pensar. ¿Cada cuánto tiempo nos ponemos a pensar? Quizás antes no lo hacíamos tanto. Pero ahora se puede: tenemos tiempo. Surge en este ‘tiempo libre’ (nótese el oxímoron) la posibilidad de pensar. Intentemos entonces decir algo. En el Perú, estamos en cuarentena obligatoria, exhortados a no salir de casa salvo para proveernos de alimentos, comprar productos farmacéuticos o ir al banco, y prohibidos de salir en absoluto cada día durante las horas de inmovilización social obligatoria, así como los domingos. Esto se ha convertido en nuestra nueva cotidianeidad. Es desde esta experiencia, aún incompleta pues no sabemos cuándo todo esto acabará, que nos ponemos a pensar. Desde aquí, ensayamos algunas líneas sobre las democracias en tiempos de pandemia en nuestro contexto político más inmediato: América Latina.
América Latina ha sido, sin duda, un foco de golpe, expansión y efecto indudable de la catástrofe producida por la pandemia del nuevo coronavirus. Y, sin dudarlo, la región no solo está experimentando (al menos, en su mayoría) medidas drásticas de prevención de contagios masivos, sino también la puesta en cuestión de sus paradigmas.
Las típicas debilidades del sistema democrático, político y representativo latinoamericano no son, entonces, novedades para quienes buscan observar el efecto de esta situación límite. Grandes flancos se abren entre los gobiernos de la región, que deben lidiar con los diferentes problemas particulares en sus naciones, pero también comunes en su origen: las altas tasas de informalidad, recesión económica, el colapso sucesivo de los sistemas de salud (por su baja y mala cobertura), la desobediencia civil a los regímenes de excepción y la imposibilidad de controlar, hasta el momento, el incremento titánico diario de nuevos y más graves casos del virus.
Sin embargo, vale recalcar en esta misma línea, que también las sociedades vienen enfrentando no solo los problemas subyacentes de la pandemia , sino a su vez las acciones gubernamentales para hacer frente a la misma: no hay mucha distancia física, política ni ideológica entre los países que han adoptado las medidas de aislamiento social obligatorio, planes de rescate económico y apoyo social, y entre aquellos otros que (amparados en un discutible interés por la sostenibilidad económica de sus países por sobre el bienestar ciudadano) han intentado ignorar o minimizar la emergencia sanitaria mundial.
Una idea surge aquí: el bucle ideológico-político entre la retórica populista, los nacionalismos regionales y los fanatismos en todas sus formas (abarcando todo el espectro izquierda-derecha) es, más que un simple fenómeno, un obstáculo en cualquiera de sus dimensiones dentro del combate contra el nuevo coronavirus. Mientras la comunidad epidemiológica mundial, los intelectuales de la ciencia de los datos y demás profesionales responsables de la salud y supervivencia de la especie humana vienen denotando esfuerzos en su labor, la respuesta desde el sur ha sido desigual y peligrosa[1].
Bien menciona el sociólogo Vega Carballo, en sus reflexiones sobre el populismo y su papel en los sistemas democráticos, que este fenómeno mesiánico, personalista y carismático (en el sentido weberiano de la palabra) tiene la capacidad de democratizar o des-democratizar los sistemas políticos. La decisión de la autoridad está superando a la razón científica y a la propia razón de Estado, en su sentido maquiavélico: conservar la salud y la seguridad del Estado, priorizando el bienestar colectivo a las libertades individuales.[2].
Andrés Manuel Lopez Obrador /  Jair Bolsonaro
El efecto de las crisis es ampliamente conocido en el campo de los estudios políticos. La inercia en la burocracia gubernamental es perjudicial para todo tipo de administración pública, generando la paralización de la gestión. Parece ser, en esta situación, que diversos gobiernos han apelado a la relativización de los hechos e incluso a caer en un negacionismo absurdo con respecto a la verdadera dimensión de la crisis. Lo que viene sucediendo en países como Brasil y México es solo una muestra política y retórica de esta estrategia de comunicación. Los hechos demuestran que ni tomar esta emergencia como una gripezinha, ni un “escudo protector” son medidas eficaces para combatir al virus. En otra arista de las imperfecciones de la democracia latinoamericana, tenemos también la normalización de los estados de excepción, las ligeras pero evidentes tendencias autoritarias y el rompimiento de la institucionalidad propia del sistema como una forma de expresión del manejo del poder político en la región. Si bien el caso brasileño calza perfectamente en esta definición (a pesar del abandono sucesivo de las autoridades federales al presidente Bolsonaro), una muestra específica de este fenómeno es el caso Bukele, en El Salvador. La imposibilidad de las medidas en el aspecto económico y social, declaradas por la Sala de lo Constitucional de dicho país, no ha sido inconveniente para que -nuevamente- el presidente de dicho país desafíe las estructuras democráticas del Estado, bajo amenazas y órdenes cumplidas sin chistar, y un apoyo -preocupante- de la población. Esto desnuda una tara adicional de la sociedad latinoamericana, partiendo de un punto común: en estos tres países, como en tantos otros en la región (en mayor o menor medida) la crisis de las élites políticas gobernantes ha traído a colación nuevamente el fenómeno de los outsiders, la desinstitucionalización de la política como profesión y, de esta misma forma, el reto de la política frente al desarraigo popular: el acercar y devolverle el poder al ciudadano de a pie, con conciencia, información y sentido crítico; con valores políticos y colectivos que nos conduzcan más allá de lo evidente.
Incluso en una situación como la que estamos viviendo, como diría el politólogo inglés David Runciman, no se ha suspendido la política. Solo se nos ha mostrado la naturaleza del poder. Y quizás en estos días de aislamiento nos es más evidente que finalmente siempre estamos sometidos a la arbitrariedad del juicio político individual de quien nos gobierne. Son nuestros gobernantes quienes tienen en este momento el poder sobre la vida y la muerte de sus connacionales, así como de evitar que el número de muertos en cada país se siga elevando. Lamentablemente, en estos momentos cruciales no podemos esperar hasta la próxima elección para castigar los yerros que se estén cometiendo bajo la tentación populista, pues hay vidas en juego (de hecho, siempre las hay, aunque hoy más que nunca con más crudeza). Si bien es cierto que en América Latina, como señala el politólogo peruano Alberto Vergara, el populismo fue (y quizás aún es) el atajo apurado hacia la modernidad por el que se optó al tener repúblicas independientes sin Estado ni Nación constituidos, y si bien quizás aún hoy se lo usa para llevar a la vida lo popular o para hacer que “el pueblo” (categoría no neutra y cada vez más instrumentalizada) sea un actor tomado en cuenta en la política, debemos recordar, aún en tiempos de pandemias, que la democracia liberal se funda en la ciudadanía. Y que son los estados, a través de sus gobernantes, quienes deben garantizar esta condición de ciudadano o ciudadana a todos sus connacionales para poder así fortalecer la democracia. Sin atajos populistas. Habiendo ya llegado muchos países de la región a su Bicentenario como repúblicas y estando aún algunos por llegar muy pronto, no queremos ver en América Latina una región de repúblicas inconclusas.




[1] Algunos aportes a la afirmación sobre el bucle ideológico tienen base en el artículo de CLACSO, “La razón científica frente al populismo en tiempos de coronavirus”. Recuperado de: https://www.clacso.org/la-razon-cientifica-frente-al-populismo-en-tiempos-del-coronavirus/

[2] Sobre las reflexiones de Vega Carballo, existe mayor contenido en este artículo de América Digital, “Populismo vs democracia”. Recuperado de: https://semanariouniversidad.com/opinion/populismo-vs-la-democracia/





Autor: Esteban Silva
Autor: Patrick Salazar







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