Introducción
La Organización de las Naciones Unidas decidió convocar en el año 2000 la Cumbre del Milenio, donde los Estados miembros de la organización se comprometieron a alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Estos comprenden una serie de ocho objetivos: 1) erradicar la pobreza extrema y el hambre; 2) lograr la enseñanza primaria universal; 3) promover la igualdad entre sexos y el empoderamiento de la mujer; 4) reducir la mortalidad de los niños; 5) mejorar la salud materna; 6) combatir el VIH/SIDA, la malaria y otras enfermedades; 7) garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; y 8) fomentar una alianza mundial para el desarrollo. De esta forma, la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas fijaba las metas mencionadas para que los líderes mundiales las alcanzaran para 2015.
Con el cambio del escenario mundial y regional, una vez llegado 2015, se abrió camino a una lista nueva de objetivos que intentaba ampliar a los ODM. Dentro de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible podemos encontrar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Esta nueva agenda buscó profundizar los ODM gracias a la experiencia que dejó el recorrido de los mismos. Así podemos ver cómo se expandieron los objetivos previos en 17 nuevos objetivos y 169 metas. Esta “nueva lista” pasó a comprender temas más allá de la lucha contra la pobreza y desarrollo social (Sanahuja 2016, 211) y, a diferencia de los ODM, problemáticas como la sostenibilidad y la protección del medio ambiente pasaron a tener un mayor grado de relevancia.
Tanto los ODM como los ODS buscan movilizar la acción colectiva internacional y orientar la acción de los gobiernos al interior de cada país hacia las cuestiones fundamentales del desarrollo (Jolly et al., 2007: 67-70). Sin embargo, esto nos deja entrever el punto débil de los objetivos: su carácter no vinculante. Esto quiere decir que los Estados se comprometen con lo que vienen a proponer los objetivos, pero no cuentan con ninguna obligación jurídica que los obligue a ejercerlos ni ningún ente regulatorio que sancione su incumplimiento (Sanahuja 2016, 208). Al tratarse de una cuestión meramente voluntaria, la aplicación de los ODS está sujeta a la buena voluntad de los Estados y líderes mundiales de llevarlos a la práctica.
En este artículo vamos a poner la lupa en el ODS n°15: vida de ecosistemas terrestres. Este objetivo aboga por gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad. Tal como resalta el informe de la CEPAL, en América Latina contamos con 4.85 km2 de áreas protegidas terrestres y Brasil cuenta con 2.47 km2 de las mismas; por lo tanto, la protección de bosques se trata de un tema de suma relevancia para la región. Como veremos más adelante con el caso de Bolsonaro en el Amazonas, y como también menciona el anterior informe, la actividad humana, el cambio climático, la desertificación y la deforestación presentan grandes retos por la repercusión que tienen a nivel regional y mundial. Considerando lo mencionado en el párrafo previo, el carácter no vinculante de los ODS, la incidencia negativa que tienen las diversas actividades humanas en el ambiente y la inacción por parte de los Estados y del sector privado solo genera que la crisis ambiental avance cada vez más rápido.
Las políticas gubernamentales y su impacto en el ambiente: el caso emblemático de Bolsonaro y el Amazonas
Para América del Sur, el año 2019 y 2020 fueron dos de los peores años a nivel de incendios forestales. En su enorme mayoría, la causante de los mismos fue intencional, sobre todo a raíz de la quema de pastizales o deforestación de hectáreas de bosque para destinar al desarrollo de la agricultura y ganadería, en suelos poco productivos que serán tratados con fertilizantes y pesticidas tóxicos para la salud de la población de los alrededores de los mismos. Sumado a épocas de grandes sequías y otros casos aislados de negligencia, estos incendios se vuelven incontrolables y se extienden hasta las zonas pobladas.
Cabe destacar que aquí se entrecruzan dos componentes que enfrentan a dos bandos distintos. Por un lado, los que quieren conservar el lugar "considerada indispensable para el equilibrio ecológico y climático del planeta" (Diario de la BBC, 30 de agosto de 2019) y por otro lado el desarrollo económico de la zona en el que el Gobierno Brasileño quiere destinar más tierras para la agricultura , la minería y la producción de energía en dónde hay un rechazo a las críticas internacionales por el mal manejo que su presidente hace de la situación (Diario Infobae, 1 de Diciembre de 2020).
Algunos de los países más afectados de la región han sido Brasil, Argentina y Venezuela. El primer caso es uno de los más significativos, particularmente debido a la acción (u omisión) de las políticas del presidente brasileño Jair Bolsonaro respecto a una de las áreas verdes más importantes del mundo (considerada “pulmón del planeta”): el Amazonas y la zona del Pantanal.
El mandatario de la República Federativa de Brasil ha negado la magnitud de la problemática en la región, acusando a una campaña nacional e internacional de desinformación. Aun así reconociendo los intereses extranjeros detrás de una zona tan rica y biodiversa como el Amazonas, no puede desconocerse el impacto significativo de la tala indiscriminada e ilegal que se ha incrementado desde que Bolsonaro llegó al poder, siendo 2019 y 2020 (según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales) los años de mayor deforestación del país en los últimos 15 años.
Esto se enmarca dentro de una política de Estado impulsado por la administración de Bolsonaro, en el que algunas de las agencias destinadas a cuestiones medioambientales y de asuntos indígenas han sido transferidas a ministerios que tradicionalmente han mantenido fuertes conexiones con lobby de agrotóxicos y la actividad agrícola-ganadera, como así también se ha dado el desplazamiento de funcionarios por personas allegadas al ala militar simpatizante al presidente brasileño y el desfinanciamiento de aquellas pocas agencias estatales que se mantienen en pie y trabajaban enormemente para proteger los principales ecosistemas de Brasil.
Ejemplos como estos nos reafirman el hecho de que el (mal) accionar del ser humano ha sido el causante de la alteración climática que provocó el desencadenamiento de múltiples catástrofes naturales en los últimos años, sobre todo con el aumento del nivel del mar, inundaciones y sequías. Esto responde a las necesidades de producir cada vez más bienes y servicios para una población mundial en crecimiento, primando una producción extractivista desde la Revolución Industrial que causó el incremento de los niveles de gases de efecto invernadero y dióxido de carbono en la atmósfera.
La cuestión de las comunidades indígenas en el Amazonas
Otro de los problemas que guarda relación con cómo se ve amenazada el Amazonas por los incendios y las deforestaciones. Son las comunidad indígenas de Brasil que desde el año 2019 año en que asumió Bolsonaro , fueron perseguidos : las tierras que les pertenecen a los indígenas fueron invadida por madereros y mineros con el propósito de sacar provecho de esas tierras (Página 1- Diario DW- Cambio climático en el mundo). Las mismas fueron discriminadas y se les ha quitado el derecho de vivir en sus tierras, su hogar . Parte de estos negocios se llevan parte de la vida de estas comunidades.
Según el Diario Dw, quienes en una nota publicada en el año 2019 citan a la Corte Penal Internacional : "argumentan que estas comunidades corren un mayor riesgo de violencia porque los medios de existencia de los pueblos indígenas se basan en relación con la tierra, el bosque , la vida silvestre y el agua" (Diario DW, 2019, pág. 1).
El presidente tiene características particulares que hicieron que este problema no tenga una solución inmediata. Es complicado cuando el Amazonas se está incendiado y tenes a un político como Bolsonaro, que es una persona abierta la apertura comercial de las áreas protegidas.Por ello el mundo observaba consternada como el gran pulmón del mundo se estaba incendiando así como también de las deforestaciones (Diario de la BBC, 30 de agosto de 2019).
Reflexiones sobre el escenario que se presenta
A modo de cierre, nos interesa hacer un llamado a la reflexión sobre esta temática. Los incendios forestales en el mundo, el aumento de la temperatura media en la tierra, el cambio climático, la tala indiscriminada de bosques, por mencionar algunos, no son fenómenos que surgen de la nada. Todos estos hechos encuentran su raíz en las manos de la nociva intervención del humano en el ambiente. Partiendo de este punto, si se sigue pasando por alto la incidencia negativa que tienen las distintas actividades, como pueden ser los sistemas de aceleración del crecimiento creados para el beneficio de las industrias agrícola y ganadera, la mala gestión de los residuos industriales, entre otros, estamos destinados a seguir presenciando la degradación del ambiente que habitamos.
En relación con la pandemia a la que nos estamos enfrentando, a pesar de no estar confirmado, se cree que su origen es de carácter zoonótico, posiblemente como producto de la intervención humana sobre la biodiversidad. Según un informe de la Agencia Europea de Medioambiente, la destrucción de hábitats produce que varios animales que no estaban en estrecho contacto con los humanos puedan ser factibles de contagiarlos de enfermedades de origen animal. Se está creando el ambiente propicio para que estas cosas sucedan, por lo tanto, es tiempo de que la pandemia nos haga reflexionar seriamente sobre las consecuencias que tiene nuestro accionar sobre el futuro próximo y de generaciones posteriores. Esto debería apelar a los Estados para tomar cartas en el asunto con políticas que se orienten al desarrollo sustentable y que se deje atrás la lógica extractivista.
Por último, si la lógica que sigue predominando entre los organismos internacionales es la de proponer objetivos como los ODS y solo monitorear su aplicación, sin imponer sanciones legales a aquellos que los atenten, los propio Estados y el sector privado van a seguir teniendo “carta blanca” en materia de protección ambiental.
Referencias bibliográficas:
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